Un cochinillo con la camiseta de Juanito, pancartas de «Buyo ejecución», un mecherazo a Casillas... Osasuna no es buen anfitrión con los blancos
El 22 de febrero de 1981, El Sadar vivió una ocasión que llevabadieciocho años sin darse: un Osasuna-Real Madrid. Pese al tiempo trascurrido, los rojillos aún tenían muy presente en la memoria el último choque. Fue en la antepenúltima jornada de la 62-63, y el empate a uno que rascaron los merengues en Pamplona condenó al equipo al descenso. Las ganas de revancha y la intensa agitación política en los ochenta fueron un caldo de cultivo explosivo para la vuelta de los blancos al fortín rojillo.
Y los aficionados alimentaron ese caldo con frutas y espirituosos. Las naranjas y las botellas de cristal que arrojaron al campo, hiriendo una de ellas a un juez de línea. El fondo sur desplegó una gran pancarta donde se podía leer: «Madridistas, estáis en la capital de Euskadi». El árbitro del partido, Guruceta, tuvo que hacer intervenir en el campo a la policía para desalojar a los «indar gorri» (los ultras del fondo sur de Osasuna).
Con todo, el Madrid ganó aquel encuentro por 1-2. Lo que alimentó más la furia de los forofos, que al año siguiente se encargaron de subir la temperatura del hervidero. Al repertorio de objetos arrojados sumaronun cochinillo con una camiseta blanca. Su dorsal, el 7: un Juanito que aquel partido estuvo desaparecido. Perdieron los blancos por 3-2.
En octubre de 1986, una nueva victoria rojilla (1-0) estuvo acompañada por la furia «indar gorri». Ricardo Gallego se llevó, literalmente, un castañazo. Una castaña le acertó en el ojo. Y a Valdano, un tornillazo en la cabeza. Aquello costó el cierre del Sadar durante varias jornadas. Pero cuatro meses después, en eliminatoria de Copa, los hinchas no dieron muestras de haber aprendido la lección. Repitieron los lanzamientos de objetos, y solo un recurso aceptado por el Comité de Apelación evitó un nuevo cierre.
Tres años después, el blanco de las iras del estadio fue el gallego Paco Buyo, que nada más saltar al césped se encontró con pancartas que rezaban «Buyo ejecución». En los 43 minutos de encuentro que transcurrieron antes de que el árbitro decidiese suspenderlo, el guardameta se llevó heridas de guerra de la capital navarra: una en la cabeza por el impacto de una barra de hierro, y una quemadura en la pierna por un petardo que le arrojaron. Precisamente, el gol local (de Pizo Gómez) llegó mientras otro petardo caía a pocos metros de Buyo, que se despistó y encajó el tanto. Hugo Sánchez cuajó el 1-1 final... varios días después y en Zaragoza: tras la suspensión, el duelo se finalizó en la Romareda.
En 1991, el lanzamiento de objetos fue tan intenso que Míchel fue incapaz de sacar un córner debido a todo lo que caía desde la grada. El árbitro, Valdés Sánchez, tuvo que hacer que lo botara desde el extremo opuesto.
En los años posteriores, las tensiones se fueron relajando, aunque el Sadar mantuvo las hostilidades. Hubo rebrotes. En 2000, los radicales casi logran suspender el partido tras una amenaza de sabotaje. Y en abril de 2006, una aceitera metálica cayó al campo a pocos centímetros de donde los madridistas estaban celebrando un gol de Baptista.
En noviembre del mismo año, ya en la siguiente temporada, Iker Casillas se desplomó sobre el césped tras recibir un mecherazo en la cabeza. Por ahora, es el último incidente grave de un campo en el que el Madrid paga especialmente las asociaciones políticas que se le suponen al club. Las hostilidades del Reyno son un buen medidor de la tensión política en la región.
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